Bitácora NYC-CUN
Esta vez mis historias en Nueva York se contaron gráficamente por Instagram. Aterricé en Laguardia el mismo lunes, y ya en la terminal me encontré uno de esos gigantes “ I love New York” aunque todos los que hemos vivido allí sabemos que “New York doesn’t love you”. Pero también sabemos que un atardecer con ese skyline es impresionante, así que atravesando ese puente ya sentías la ciudad y su energía. Me instalé en Soho, en un hotel que conocía de ir a ver juego de tronos los domingos y de la terraza con buenas vistas. Las zonas comunes están muy bien y la habitación por describirla de alguna manera tiene una cama casi más grande que la habitación en sí.
Dejé las maletas en el hotel y me fui al Smith & Mills a comer una hamburguesa y reconectar con aquel lugar que tanto me gusta. La curiosidad de la noche fue una pareja de Rusia que comenzaron preguntándome si sabía si un cocktail bar en particular estaba abierto en Chinatown. Preguntaban por el Apotheke, que como el nombre indica evoca una farmacia en un speak easy en un callejón de Chinatown, donde entre cajas de pescado de repente te metes en un mundo musical y de cócteles experimentales (hay uno negro con tinta de calamar). Así que sí que lo conocía, pero antes de la pandemia, y no sabía si seguía operativo. Ella me dijo que me veía muy mimetizado con el lugar y mi energía le transmitió que yo seguro sabía algo, así que yo sorprendido de irradiar tanto “local vibe”. Lo cierto es que muchos sitios han cerrado permanentemente durante la pandemia.
Con esa pregunta como excusa nos pusimos a hablar, y estuvimos todo lo quedaba de cena charlando. Resulta que ellos estaban un poco como yo, decidiendo sobre la marcha que hacer, se reían diciendo que todos los días se levantaban pensando en ir a Florida pero al final se liaban con otras cosas. Misha y Masha o lo que viene siendo miguel y maría, él iba vestido con su americana y una pañoleta/bufanda algo que convertí en mi NY look en los días siguientes, me parecía la combinación perfecta para el entretiempo. Ella era muy aficionada al arte y me pasaron el consejo de irme a Sotheby’s a ver buenas obras porque era Auction week, así que allí estuve al día siguiente y realmente fue un lujo el poder ver visitar las galerías. El momento estelar de la conversación quizá fue cuando ella dijo, mira, yo cuando tenía veinte años, pues me fijaba en el coche o el reloj pensando que eran señas de tener dinero, pero ahora, cuando paseo por el Upper East Side y veo a una mujer con cuatro hijos saliendo de una de esas casas, ahí es cuando sabes lo que es tener dinero. Fue una noche improvisada y muy entretenida así que nos despedimos intercambiando teléfonos y un quién sabe, igual nos encontramos de nuevo en otro lugar.
Y de “quién iba a imaginar” estuvo llena esta parte del viaje. Con tanto post en Instagram, la gente supo que estaba en Nueva York, y viceversa, así que me encontré con que otros amigos también han venido a Nueva York esta semana, y preguntándome si estoy por aquí igualmente. Malagueño, vigués y turca así, sin filtro ni coordinación, pero en la misma ciudad y al mismo tiempo.
Me desplace siempre con las citibikes. Están por todas partes, y las eléctricas son una maravilla porque llegas a todas partes sin pegarte una paliza. Aparte, hay pocos yellow cabs, y por demanda, o por taxes o porque si, los precios de Uber y Lyft están por las nubes comparando con hace un par de años. El otro gran cambio es que hay que reservar para ir a cualquier local, y es un poco locura porque pasar de ser dos a ser tres puede implicar que no tengas mesa por varias horas.
El martes por la noche sin embargo cené con una amiga diseñadora de interiores que estaba estrenando casa, una casa preciosa y a un par de manzanas de mi hotel, en pleno TriBeCa. Cuando hablamos de dónde ir a cenar, yo no conseguía recordar un italiano al que habíamos ido y que, si me había encantado, pero acordamos que italiano sería un buen plan. Así que propuso uno en Soho, Osteria San Carlo, y sorpresa, sorpresa era ese restaurante del que no recordábamos el nombre. La pasta allí es espectacular y el camarero más italiano que Dante, con ese acento marcado con el que sigue hablando italiano, aunque utilice palabras en inglés.
Fue quizá el primer momento en que vi Nueva York y este barrio en particular volviendo a la vida. Parece que con el buen tiempo que hemos tenido y los niveles de vacunación todo el mundo se animó a llenar bares, restaurantes y terrazas y todo Nueva York estaba vibrante de energía y ganas de socializar.
Una tarde un amigo fotógrafo me ofreció acompañarle por el Highline para hacer algunas fotos y nos pegamos una buena caminata mientras charlamos de las penas y virtudes de la repatriación. Al final cayeron pocas fotos porque la luz no era muy buena y como bien él dice, en fotografía se pinta con la luz.
Al final del día, me iba a encontrar con otro amigo, que al final había conseguido mesa en Washington st, curiosamente al lado de donde encontraba el estudio de fotografía Industria y el restaurante Barbuto, que ahora estaba en obras y sobre el que hice un estudio de viabilidad al llegar a Nueva York que se frustró con el vecino poniendo 80$M de dólares en la mesa para que no le construyesen al lado y le dieran sombra a su terraza, así que quien sabe igual es el ahora el desarrollador. El tiempo con mi amigo fue fantástico como siempre, su positividad es genial y siempre se puede hablar de mil temas con él porque su curiosidad no tiene límites.
Siento tener que parar con la historia de Nueva York. Porque las cosas se repiten, Estamos llegando a Cancún, y la hora de llegada son las 2:20pm, la zona horaria de Nueva York y Cancún es la misma, pero ahora mismo, mi teléfono dice que son las 2:40, y el avión dice que es la 1:40. Mi teléfono no tiene red así que no se ha podido cambiar solo. Siempre ocurre, y yo aún no lo entiendo, y me gusta la magia que te descoloca del momento en el que estás, porque cuando llegas al vortex de Riviera Maya, lo mejor es dejarse de tiempos y estar sencillamente presente.
2021